viernes, 17 de octubre de 2008

Alcides


Después de matar los tres toros, la cabeza me iba de un lugar para otro sin que pudiera hacer nada por detenerla. Me eché al refugio de un álamo para esperar que la vista vuelva a su normalidad, pero el estómago sugirió incorporarme de golpe, una extraña sensación subió hasta la garganta y los músculos del pecho sintieron un empellón, la convulsión llegó a su fin, quedé agotado. No todo terminó tan rápidamente, hubiera necesitado un sueño reparador entre medio, aun contando con todas las fuerzas, este había sido un trabajo devastador, ahora quedaba el regreso. Agradecí a los gemelos por haberme exigido en su momento, la mañana se presentaba tan diáfana como un vidrio recién trapeado. La noche se alejaba como el humo de una locomotora sobre el cielo y despido con un saludo a lo lejos a mis cumpa. Tres tristes tigres… tres toros tonto… tampoco tengo tiempo… no, no tengo tiempo de sobra, y encima este dolor de cabeza que no me abandona.
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Néstor Melano 
(c) 2008

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