domingo, 21 de diciembre de 2008

Con la cabeza en otro lado.


Siempre me costó creer en santos que nunca se equivocan y en los que rezan un rosario para pedir perdón por haberse tirado un pedo. Así, mi galería de santos se encuentra plagada de ladrones, malcriados y tipos de la peor calaña.

Esta vuelta tuya se nos hizo corta y nos quedamos con la nostalgia de un último asadito, será por eso de que andas con la cabeza por estos lares aunque te encuentres por otros mares. Eso de tener la cabeza en otro lado, también me ha sucedido y recuerdo que trajo algunos problemas. Yo desde chiquito era consciente de esta situación, pero siempre trataba de mantenerla oculta a la vista de los demás, hasta que una tarde al entrar a la cocina después de jugar en la vereda, mi madre me gritó: Pero Néstitor! ¿Dónde tenés la cabeza? ¿No ves lo que haces? Creo que fue por la fuerza de la costumbre, pero recién ahí me di por enterado que había dejado la cabeza jugando con mis amigos y que el resto de mi cuerpo había respondido al llamado materno para tomar la merienda. Uy! – pensé – ahora se pudre todo, como me descuidé de esta forma ¿Cómo le explico a mis viejos esta moda mía de andar por ahí sin cabeza sobre los hombros? O mejor dicho entre los hombros. Pero mi madre no me dejó seguir con los pensamientos y prosiguió su cantinela: - ¡Claro, al señorito lo único que le interesa es jugar con sus amiguitos! - ¡Fue Mónica!, intenté decir como para correr el eje de la situación, ¡Sí, fue Mónica, mamá! Pero no sirvió de nada. Acto seguido se abrió la puerta del frente, la que daba a la calle, dejando pasar a Juancito al grito de: - ¡Néstor, tomá, atajala! Y salió corriendo. Yo me fui a la pieza en silencio, ya que ese era el reto de costumbre, una vez ahí me tiré en la cama y metí la cabeza debajo de la almohada no sin antes sentenciar: - Te quedás ahí hasta que me despierte, he dicho!

Mientras tanto, afuera, hacía calor.

No hay comentarios:

Nos visitan desde

Nos visitan desde