lunes, 8 de diciembre de 2008

Migrañas hogareñas


Se sentó de golpe en la cama, todavía sentía el cuerpo bañado por una transpiración gomosa. La luz le latía en las sienes y los ojos… como brazas. La frente caliente y el estomago en la garganta. Le pesaba la base del cráneo y los más remotos ruidos de la calle le resultaban escandalosos, ahora el escape de un auto…, ahora una frenada…, ahora la aceleración… la calle aunque lejos, pasa por medio de la pieza.

El ventilador de techo metía aire caliente en los pulmones (mientras cantaba el cri, cri de su cigarra eléctrica) y la luz, siempre la luz como un fuego… el dolor chorreaba finalmente por los oídos.

Las paredes y el techo estaban cubiertos por hormigas que impedían ver con definición los adornos colgados, los contornos se entrefundían.

La sangre fluía lentamente por las venas y hacía presión en las muñecas.

Los párpados, piernas y brazos… los párpados, piernas y brazos como plomos.

Con tanto ruido cuesta pensar, hablar es un triunfo…el espacio es un cubo gelatinoso…

- Necesito agua fresca.

Otras veces discutieron así, pero nunca con esa ganas tan violentas, por suerte ya todo estaba bien, todo se había tranquilizado, ahora solo quedaba ese dolor de cabeza…

- Necesito agua fresca, mojarme la cara.

Por suerte el resto había sido solo un mal sueño. Se levantó pausadamente, sentándose previamente en el borde de la cama, prendió la luz que todavía lo hería, se refregó los ojos, se tiró el pelo hacia atrás y se sorprendió al ver el cuerpo tendido en el suelo.

No hay comentarios:

Nos visitan desde

Nos visitan desde