viernes, 19 de septiembre de 2008

Olvido y resurección


Había olvidado lo mucho que extrañaba estar aquí. Sentir el frío en la cara, el aire crudo entrando en los pulmones, el sabor húmedo en la boca, el verde profundo en las retinas. Cierro los ojos y llevo las manos a mi cabeza, ¡Son enormes! Con los ajos cerrados veo mi cabeza diminuta entre los dedos, mis manos son yo y no quiero abrir los ojos por miedo a desaparecer, a enfrentarme con mi absoluta nada frente a la montaña. Así con los ojos cerrados me veo apoyar la cabeza contra el vidrio de la ventana, la nieve cayendo en la playa y la espuma de las olas denunciando que más allá de la noche existe un cielo y existe una tierra. Las lágrimas rompen en mis mejillas como las olas, en el frío de mis mejillas, el aire sale entrecortado de mis pulmones y un sabor salado llega a mi boca. Abro los ojos y el negro de la noche invade mis alma y el blanco de la nieve invade mis pensamientos… había olvidado lo mucho que extrañaba estar aquí.

Miro mi copa, el güisqui se niega sisar el hielo, por el espejo de la ventana veo una mujer que me mira y piensa que estoy tan solo como el hielo de mi copa, duda entre acercarse o permitir que la noche y los fantasmas terminen de hacerme hilachas.

- Es raro ver nevar en la playa (No me mira a la cara para no poner en evidencia mi llanto o su curiosidad) Es una noche muy particular no?
- El frío eleva el espíritu, llama al silencio, si en el Infierno hay fuego y el Paraíso debe haber nieve, será una duda que tendré por toda la eternidad. (La miré a los ojos, no tenía porqué sentir vergüenza).
- Bueno, aquí nadie parece preocupado por ganarse el cielo, diría que todos creen estar en el!

Era cierto alrededor todos parecían divertirse como si no existiera otro momento antes ni después, como si esto fuera en realidad la vida, como si afuera no nevara en la playa y la noche no fuera fría y la espuma de las olas no denunciasen que existe una delgada línea entre el cielo y la tierra.

- Pero tú y yo no somos ángeles (La mujer pasó sus brazos por mi cuello y apretó un cuerpo contra el mío) todo tiene precio esta noche, nada pasa milagrosamente en este Edén.
- Tal vez hasta los demonios necesiten sentirse menos solos en una noche como esta?

El café del desayuno del hotel esta quemado.

- Flavia (dijo asomando los ojos marrones por el borde de la taza que cubría su boca. Boca que ya conocía demasiado).
- Es cierto?
- Si, claro que es cierto, me llamo Flavia, no hay necesidad de mentir, tu te iras seguramente en unos días y será lo mismo decirte cualquier nombre a decirte el verdadero. Me invitaras a almorzar?
- Decía que es cierto, que es raro ver nevar en la playa. Me invitaras a almorzar?
- ¿Cómo te llamas?
- Me iré seguramente en unos días y será lo mismo decirte cualquier nombre a decirte el verdadero.
- Cuando era niña tuve un amigo que se llamaba Julián. ¿Qué haremos hasta el almuerzo Julián?

Los dos mentíamos, ella esperaba que me valla y yo esperaba encontrar una razón para no irme. Almorzamos en una estancia en el valle y luego caminamos esperando que no llegue la tarde. Ninguno preguntaba, era como si todo lo del otro ya fuera conocido desde siempre. Las sombras comenzaron a alargarse y los minutos comenzaron a convertirse en una amenaza parecida al silencio, al frío.

Alguien de la estancia ofreció alojamiento para pasar la noche y eso confirmó que al menos amaneceríamos otra vez juntos.

A media mañana golpeó el servicio y dejamos que dispusieran de la pieza. Nos enteramos que un micro partía y sin consultarnos supimos que debíamos volver a la ciudad. Es grotesco como los sucesos se encadenan para llevarte por los caminos que no quieres recorrer, como el tiempo se acelera cuando no puedes tomar libremente la dedición que deseas.

La Terminal de Ómnibus estaba repleta cuando llegamos, nos acercamos a una ventanilla y saqué un pasaje para esa noche. A Flavia se le acercó un grupo entre risas y saludos, yo la esperé unos pasos más atrás. Cuando volvió junto a mi me besó en la mejilla.

- No me llamo Flavia.
- En eso estamos a mano.
- Me hubiera gustado que te quedes.
- Me será difícil quedarme solo con tu recuerdo.
- Recuerda que viste nevar sobre la playa.

Alcanzó al grupo.

- No te olvides de llamarme! (Me gritó mientras se alejaba).

Caminé hasta el bar y pedí un güisqui, miré sin beber el hielo. Había olvidado lo mucho que extrañaba estar aquí. Caminé para sentir el frío en la cara, el aire crudo entrando en los pulmones, el sabor salado en la boca, el verde profundo en las retinas. Llegué al correo, pedí una guía telefónica y me puse a marcar todas las Flavias del lugar.
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Néstor Melano
2008 (c)

1 comentario:

Unknown dijo...

Querido Nestor: Sencillamente... muy bueno lo tuyo. te espero en http://www.radioboomerang.blogspot.com

Buena vibra para vos!!

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